Lo imposible se despliega ante nuestros ojos durante unos días de esta primavera sureña. Es la Sevilla del cielo, la utopía que se hace posible en dos semanas gloriosas. Ello nos hace añorar una ciudad que quizás nunca existió, y que quizás nunca exista mas allá de este deslumbramiento, que altera la rutina y transforma la realidad durante breves jornadas. Y sin embargo, el caudal de energías, de sentimiento y de razón, de trabajo individual y colectivo, de arte y de cultura, de valores y de vivencias, que hacemos brotar cada año del pozo donde se guarda el misterio es sencillamente desbordante.
La Semana Santa está edificada con el mismo material que la memoria. La Feria con el de los sueños. Todo, con el mismo material de esa utopía posible que queremos ver realizada en Sevilla. Quieto y parado: no propongo que un modelo de ciudad que se "fundamente" en la Semana Santa y en la Feria, pero sí en valores y energías que los sevillanos desplegamos de manera tan natural, pero tan extraordinaria, en estas ocasiones: vivencia cívica de la urbe, disfrute pacífico de la ciudad, reconocimiento en signos comunes, fraternidad (como camino natural hacia la solidaridad), articulación entre generaciones, cultura popular en feliz coherencia con cultura "culta". Y también organización, iniciativa, imaginación, creatividad, legítimo orgullo por lo bien hecho.
Esta forma de ser y de entender la vida, que son los valores que en esta ciudad escenificamos tan brillantemente, tienen de dotar a una sociedad cada vez más competitiva y deshumanizada de rasgos humanistas, solidarios e integradores. Valores irrenunciables en un proyecto de ciudad que sólo tiene sentido si es por y para el bienestar de todos sus ciudadanos. Por eso es clave el cuidado de la "esencialidad" como humus que alimenta, fertiliza y sostiene el proyecto para la Sevilla del nuevo siglo.
Enfrascado en estas reflexiones ya me parece entrever, deslumbrado por este sol de la infancia que es el del Domingo de Ramos, el palio de la Virgen de la Estrella. Atravesando el puente, parece surgir de la misma luz, porque quizás sea luz misma. La Sevilla del cielo ya está aquí.
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